Diocleciano
nació en Dalmacia en el año 245 de nuestra era. "De muy baja cuna",
según afirma la Enciclopedia Wikipedia, llega sin embargo a ser
proclamado Emperador de Roma, donde se mantuvo en el poder gracias al apoyo del
ejército en el cual había servido.
Transformó al Estado en una monarquía absolutista basada en el ejército y la
burocracia. Impuso una reforma militar. Llevó a cabo la más dura persecución de
los cristianos.
La política de "pan y circo" y el descontrolado gasto militar habían
hundido al Imperio en un caos económico que terminó por cobrar su precio. La
abundante acuñación de moneda hizo que aquella perdiese su valor. Se estima que
la inflación llegó a superar el 1.000%.
Diocleciano culpó a los especuladores, a quienes acusaba de: "desviar
en provecho propio los bienes que nos envían los dioses".
Para enfrentar aquella situación, el Emperador aplicó un plan
antiinflacionario, que se transformaría en el antecedente histórico de las
estrategias de control de precios que tantas veces utilizarían en el futuro
muchos gobernantes.
El Edicto de precios de Diocleciano ("Edictum de maximis pretiis rerum
venalium") aprobado en el año 301 después de Cristo, fijaba precios
máximos para más de 1.300 productos y también regulaba los salarios. Todo quedó
controlado por el Estado. Se fijaba el precio de productos tales como la carne
de vaca, el cerdo, el pescado, el aceite, el trigo, la harina, la cebada, las
judías, los garbanzos, el arroz, el vino, la cerveza, la ropa, el calzado, etc.
Hoy en día en Venezuela se amenaza con multas y con expropiar a los productores
y automercados, frigoríficos, carnicerías y bodegas que no respeten la
regulación de precios impuesta por el Gobierno. Pero las penas que se aplicaban
a quienes violaban los topes de precios fijados en el Edicto de Diocleciano
eran considerablemente más severas. Cualquiera que incumpliese la norma, ya
fuese vendedor o comprador, era condenado a la pena capital.
"Nos place que" -decía Diocleciano en su Edicto- "si
alguno tiene la osadía de actuar contra lo dispuesto en esta norma, sea
condenado a la pena capital" ¿ "Y que sea sometido a igual
peligro quien consienta que se violen estas normas por espíritu de lucro o
ansia de acaparamiento".
Y aunque no le quitó tres ceros a la moneda, aquel Emperador también aplicó una
reforma monetaria. Retiró la moneda vieja e impuso una nueva conocida como el aureus
que se fraccionaba en 1.000 denarios comunes. Prohibió, bajo pena de
muerte, que se vendiera un modio (9 kilogramos) de trigo en más de 100
denarios, 8 denarios la libra de carne de vaca, 12 denarios la de cerdo, 24
denarios la de pescado fresco, 16 denarios la de mantequilla y 30 denarios un
pollo. La lista era interminable. En sus propias palabras, los usureros eran
los "máximos enemigos del Estado". Sin embargo, los precios
que se fijaron en el Edicto no cubrían los costos de producción.
El resultado es que comenzaron a escasear los productos y surgió un
incontenible mercado negro. Diocleciano reaccionó anunciando que quien
sobrepasase el precio máximo o tratase de burlar las normas traficando en el mercado
negro, sería ejecutado de inmediato.
El resultado no se hizo esperar. Los productos desaparecieron del mercado. Todo
faltaba. Nadie estaba dispuesto a producir para perder.
A pesar de que Diocleciano era temido por ser un hombre cruel y sanguinario, el
Edicto terminó en el más completo fracaso. Le economía del Imperio Romano se
hundió en el caos. Ni siquiera aquel autócrata, que quería ser considerado como
un dios y que según sus propias palabras era el "padre del género
humano", consiguió que su Edicto de precios funcionase. Pocos años
después abdicó.
La experiencia de Diocleciano se repitió infinidad de veces a lo largo de la
historia. Los controles de precios nunca han servido para resolver el problema
de la inflación. Sólo son capaces de crear escasez y mercado negro.
Los precios bajan cuando hay seguridad jurídica y confianza para invertir, con
lo cual aumenta la producción y así la oferta de bienes supera a la demanda. La
inflación se controla cuando se evita un crecimiento desbocado de la cantidad
de dinero que circula en la economía y cuando se controla el gasto público.
Desde la época de Diocleciano han transcurrido 18 siglos y sin embargo algunos
gobernantes todavía no son capaces de entender que las leyes de la economía no
se pueden violar más que la ley de la gravedad. La sociedad termina pagando un
precio terrible.
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